diumenge, 11 d’abril del 2010
ROJO
La abuela siempre nos explicaba la misma historia, ella se sentaba en su sillón de piel oscura, y, mientras hacía ganchillo con esa lana rojiza, nosotras escuchábamos.
Noelia, mi hermana, cogía su oso y lo abrazaba; yo me sentaba en el suelo mirando mi abuela. Y ella decía:
Dicen que esa piedra es mágica, nadie se atrevía a buscarla, la gente se hacía protecciones para que su luz no atravesara sus ojos, pero aún así su luz lo traspasaba todo.
Cuando la miras pierdes los sentidos, intentas tocarla pero no puedes, su belleza es tan grande, que te quedas mirándola, hasta que por sed y hambre tu cuerpo cae poco a poco hasta llegar a la muerte. Una vez en el suelo, la piedra brilla, brilla tanto que sus rayos de luz atraviesan el cuerpo, y te dejan la piel blanca, así encontraban los cuerpos muertos, blancos como la nieve, y los labios rojos como la sangre.
Cristina Miravall Méndez
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Cristina, tus palabras a medida que las vas leyendo van acumulando una tensión que te atrae y hace que no puedas dejar de leerlas hasta que éstas enmudecen. Cuando esto pasa te dejan una sensación de tranquilidad y paz y te alivian de aquella tensión que sin piedad te iban creando.
ResponEliminaAl menos esto es lo que me ha ocurrido a mí en cuando las he leído.
Sònia Gil
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