En aquella calle oscura que salía del paseo principal, había un hombre sentado en el suelo, apoyado contra la pared. Tenía la mirada clavada en el muro de delante, y respiraba con dificultad. Estaba delgado como un fideo, tanto que parecía que podía romperse con sólo tocarlo. Su delgadez se apreciaba aún más en la cara, que tenía roja a causa de la fiebre. Ésta y la tos que le salía repetidamente no le habían dejado dormir. La ropa que llevaba estaba rasgada y sucia, por lo que estaba temblando de frío continuamente.
Excepto por la tos ocasional y el temblor que el frío le provocaba, el hombre no se movía. Estuvo allí sentado mientras pasaban las horas. Poco a poco, la cara se le puso blanca, y dejó de toser y de temblar. Y así fue como la muerte se lo llevó con ella.
Lluís Isern - 4 ESO A
dimarts, 6 d’abril del 2010
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Lluís!
ResponEliminaEl texto me ha gustado mucho porque és muy entendedor y también me gustan las comparaciones que has hecho.
Clàudia Correcher Rodríguez
me gusta mucho pero quiero un lugar cerrado y oscuro
ResponElimina