dimarts, 6 d’abril del 2010
ROJO: Cerezas
Era un verano del 94, hacía un calor de los fuertes. Aquel año estaba siendo muy caluroso, y yo llevaba el peso de dos. Quedaban tres semanas para que naciera: era mi primer hijo, mi primera ilusión.
Hoy nos trasladábamos a Vilaplana, a la casa de campo. Allí el aire era más fresco y había más tranquilidad.
Como cada año, los cerezos habían florecido y tenían su pequeño fruto, aún verde.
Cada mañana me despertaba el dulce canto de los pajarillos, desayunaba afuera, en el porche, mientras observaba las cerezas: eran preciosas.
Aquella noche no dormí muy bien… así que al terminar de desayunar cogí la esterilla y me puse debajo de un cerezo. Me costó mucho dormirme y empecé a dar vueltas y más vueltas, miraba las cerezas. Nada más de mirarlas se me hacía la boca agua. De repente vi un árbol al que de cada flor salían cuatro cerezas, y todas rojas, grandes, dulces, bonitas, redondas, brillantes. Yo estaba alucinando, giraba la cabeza y otro cerezo rojo, volvía a girar y otro, y así sin parar. Me levanté, y fui corriendo a coger una, pero cada vez el árbol se hacia más y más alto. De repente, una patada en el vientre me hizo volver a la realidad, me miré a mí y a los cerezos, que aún estaban con su flor y su fruto verde. Todo había sido un sueño. Me levanté, y fui a despertar a mi marido.
Mireia Casado 4t A
Subscriure's a:
Comentaris del missatge (Atom)
Mireia!
ResponEliminaMe ha gustado mucho tu texto. En especial me gusta el principio, encuentro que esta muy bien explicado, cosa que hace que desees saber que pasa en el final.
Xavi Jarque