dimarts, 6 d’abril del 2010

AQUELLA IMAGEN














Joaquin Sorolla, 1904

Y acabé en el mismo sitio. ¿Por qué? No lo sé, ¿Sería todo casualidad? No, quizás no. A lo mejor había una pequeña posibilidad de que aquello fuera mi destino, y yo, cegada, intentaba luchar contra él. Fallando a cada intento, derrumbándome y volviéndome a levantar, y todo este esfuerzo... ¿para qué? para acabar en el mismo lugar donde todo empezó y donde todo llegaría a acabar, toda mi vida girando en torno a aquella imagen:

«Era un día de verano, en pleno agosto, hacía mucho calor, el sudor cubría todo mi cuerpo moreno y hacía que mi piel brillara a la luz del sol del atardecer. Las pequeñas e insignificantes olas llegaban a mis pies descalzos, la espuma se metía dentro de mis dedos haciéndome un leve cosquilleo.

El mar parecía tranquilo decidí adentrarme y nadar un rato, hasta llegar a la boya y así refrescarme un poco.

Llegué a mi parecer muy rápido, era hora de regresar, empecé a nadar hacia la orilla, daba las brazadas cada vez más rápido, más fuertes, las patadas también, cada vez agitaba con más rapidez las piernas. Parecía que no avanzaba, solo me separaban diez metros de la boya.

La vista se me empezó a nublar, llegué a no saber dónde estaba o qué pretendía hacer. Perdí la visión i finalmente la conciencia. Lo único que recuerdo es rojo, todo rojo, el sol del atardecer reflejado en el mar. Recuerdo también dos manos sujetándome por las axilas y arrastrándome. A partir de aquel momento, nada.

Desperté en el hospital. Mi madre dormía profundamente en la silla de enfrente.

A partir de aquel día aquella imagen roja se me ha ido apareciendo, cada día que pasa con más intensidad: a veces la veo en la televisión, otras en la calle, dibujada en las pinturas y fotografiada en revistas y diarios, la veo reflejada en mi propia sangre y en la sangre de los demás o simplemente sueño con ella. Cada vez que me hago daño o alguien próximo a mí se lo hace, ella aparece. A veces me da por pensar que el destino quería que allí me quedara, que no continuara mi vida.

Pienso que aquella imagen intenta decirme algo, y eso es lo que estoy a punto de averiguar.

Así que aquí vuelvo a estar, justo un año después de lo sucedido. Está a punto de anochecer, el mar en calma; las olas llegan a mis pies haciéndome sentir un leve cosquilleo entre los dedos.

Y me adentro en el mar.



LARA LEÓN GARCÍA
4º ESO-A

4 comentaris:

  1. Lara.

    me encanta como escribes! un 10.
    Me ha gustado muchíssimo.

    Laura Balcells

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  2. Lara!
    Tu história me ha encantado, és muy bonita y original.Me gusta mucho como describes la situación. También me ha gustado porque haces que el lector mantenga intriga hasta el final.

    Clàudia Correcher Rodríguez

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  3. Lara me ha gustado mucho.
    Entran ganas de que haya segunda parte.


    Carla Antolín Sanz

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  4. ¡Buenas!
    Gracias por hacerme pasar éste buen rato leyendo tu narración.
    Tengo que confesarte que la he leído un par de veces porque me ha costado comprender qué era lo que le había pasado a la chica en adentrarse por primera vez en el mar.
    En fin, creo no equivocarme y si lo hago te ruego que me corrijas cuando dijo que: supongo que se había desmayado por algún motivo en concreto y lo último que había visto había sido el reflejo del sol del atardecer. Ésta imagen la atormenta durante un año hasta que decide terminar con éste sufrimiento.
    Tengo que decirte me gusta mucho este toque poético que acompaña a la narración, la hace más bella.
    Dejando de lado mis lapsus, como he manifestado anteriormente, ésta narración está muy bien; te felicito.
    Sònia Gil

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